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El bandoneón no será cosa de viejos


Hace 10 años que Juan Pablo Fredes y su hijo fabrican bandoneones en La Plata

Hace 10 años que Juan Pablo Fredes y su hijo fabrican bandoneones en La Plata

Juan Pablo y Germán Fredes dedican largas horas del día a fabricar bandoneones, son de los pocos que hay en el mundo y lejos están de ser dos obsesivos bichos de laboratorio. Los objetivos son claros: que los chicos aprendan jugando a tocar el bandoneón y salvar al tango.

“Si los niños de todo el mundo, sea cual sea la dificultad de su lengua materna, llegan a hablarla tarde o temprano, ¿por qué no enseñarles música por el mismo procedimiento?”, fue la pregunta que se hizo Shinichi Suzuki al inventar su propio método. Se trata de enseñar a un chico de tres o cuatro años a hacer música, sin que sea una tortura. Se prepara un instrumento pequeño, se lo pinta con colores vistosos y se les da la consigna: “con esto, jueguen”. Hay método Suzuki para piano, violín, viola, flauta traversa, flauta dulce, violonchelo, arpa, guitarra, contrabajo y canto. Pero no para bandoneón.

Es en La Plata, en el barrio de Los Hornos, en una casa sin timbre, donde dos hombres fabrican un bandoneón de cuatro notas, de 10cm por 10cm. Un bandoneón que en el anonimato completa los trabajos de Suzuki, a 20 mil kilómetros de distancia. La intención es empezar con un instrumento de cuatro notas, seguir con uno de ocho, y llegar hasta el de dieciséis. Que la madurez del bandoneón sea paralela a la del aprendiz: la atención durante la clase, la psicomotricidad, el entusiasmo.

Los bandoneones son fabricados por estos hombres, no por capricho, sino porque no hay quienes se dediquen a eso. Son pocos en el mundo. Hay afinadores, hay restauradores, pero no fabricantes. Pablo y Germán son padre e hijo, dos luthiers apasionados por la música, dos apasionados por transmitir un saber al filo de la extinción.

Partir de la experiencia

A los cinco años, Juan Pablo Fredes vivía en Tapalqué, provincia de Buenos Aires. Su casa quedaba pegada a la de un tío que vivía con su hija, Julieta. Él tenía que cuidarla, tenía que hacerla dormir la siesta, y estaba enamorado de ella. Si lograba dormirla, tenía un premio: tocar la verdulera. Era su momento preferido, como también lo era ir al taller mecánico, donde trabajaba su tío, y mirarlo tocar esa acordeón chiquita. Pero un día, ya con ocho años, encontró algo mejor.

– Un grupo de folclore vino al pueblo, y fuimos a verlo. Un integrante de la orquesta tocaba el bandoneón. Yo miraba desde abajo cómo lo abría y lo cerraba, y me encantaba. Entonces fui por atrás del escenario, me subí y le pregunté qué era eso. Era increíble la cantidad de cosas que ese hombre hacía con los dedos. Era mucho mejor que el acordeón.

Llegó el día de su cumpleaños, ante la pregunta de la madre sobre qué quería que le regalasen, Juan Pablo respondió: un bandoneón. Y lo tuvo. Era grande, duro, difícil de manejar. Fredes recuerda esa sensación, recuerda también su capacidad de fijar imágenes.

– Si me das un papel, puedo dibujarte al hombre en el escenario tocando el bandoneón. Me lo acuerdo perfecto. Yo lo miraba desde abajo. Entonces, un nene de ocho años retiene las cosas, un nene de ocho años puede tocar el bandoneón. Pero no puede si tiene un instrumento al que no le dan los dedos ni la fuerza para manejarlo. Dije en ese momento que algún día fabricaría un bandoneón para chicos. Y acá estamos.

Fredes: Lo que queremos hacer es un buen producto, un excelente productoFredes: Lo que queremos hacer es un buen producto, un excelente producto

Nace el proyecto

El curso de los días lo llevó a Juan Pablo de Tapalqué a Azul, de Azul a La Plata. Estudió y se recibió de Contador Público y el bandoneón pasó a un segundo plano; pero siempre estuvo, aunque sea en los cumpleaños.

A los cuarenta años – hoy tiene 72 – Fredes se puso a estudiar música, se unió a una orquesta que un tiempo después fue invitada a un festival en Alemania. Viajaron. A partir de acá, el antes y el después.

El destino fue Carsfield, una comarca de 300 habitantes, la comarca donde se hicieron la mayoría de los bandoneones: los doble A, los Premier, los Ela. Juan Pablo tomó fotos, habló con los descendientes de los fabricantes, hizo dibujos de las piezas, se llevó anotaciones, y dejó su contacto. Treinta años después, bandoneones de por medio, Fredes mantiene el vínculo con los alemanes expertos en el instrumento.

A la vuelta, tomó la decisión: vamos a empezar a hacer bandoneones. Hizo un curso avanzado de ingeniería e investigación en la Universidad Nacional de La Plata y se puso en contacto con el chapista, con el carpintero, con todos. Toleró que le dijeran que no, que estaba loco, que eso nadie lo hacía, que le iba a salir mal. Fredes se animó. Y con él su hijo, Germán.

Ya hace diez años que están mañana y tarde en el taller, estudiando, probando y evolucionando para que el instrumento suene cada vez mejor.

No tienen apuro, no hay que apurarse. No hay bandoneón que supere en calidad a los fabricados antes de la Segunda Guerra Mundial. No pretenden superarlo, pretenden que tocar el bandoneón sea posible.

– Esto no lo conoce mucha gente, pero por su propio peso va a caer y seguramente sea más conocido afuera del país que adentro. A nosotros no nos apura nadie, lo que queremos hacer es un buen producto, un excelente producto.- Aclara Juan Pablo.

Dos generaciones

Afinar el bandoneón es el cincuenta por ciento del trabajo. El instrumento puede tener todas las piezas, pero tiene que sonar. Y tiene que sonar perfecto. De esto se encarga Germán, con 37 años se dedica de lleno a la música. Da clases y trabaja en la elaboración de bandoneones en el taller, con su padre.

Siempre le gustó tocar el violín, desde los ocho años estudió en el conservatorio, tocó en orquestas, hasta el día en que Juan Pablo le regaló un bandoneón. Tenía 19 años.

– Un día me llamó un amigo diciéndome que había una gira en Inglaterra, yo quería viajar, pero buscaban un bandoneonista, y yo no lo era.

Germán Fredes se encarga de que los bandoneones suenen como tienen que sonarEntonces me encerré dos meses a estudiar nada más que acordes, y ahí me metí con el bandoneón. La gira nunca salió.

Germán Fredes se encarga de que los bandoneones suenen como tienen que sonarDespués de esto, se unió al proyecto de su padre. No terminó el conservatorio, hoy es un excelente afinador de bandoneones. El año que viene quiere empezar la carrera de Música Popular, en la Facultad de Bellas Artes. No hay cátedra de bandoneón, quiere incluirla.

– mucha gente que toca el bandoneón en orquestas de tango, tocan pianísticamente. Entonces se pierden los efectos, el estilo. Es necesario que eso se mantenga en las generaciones. El problema son los recursos, el bandoneón es un instrumento muy caro. Yo quisiera que se dé bandoneón hasta en las escuelas, en las horas de música, es nuestra idea.

Bandoneón, nostalgia

Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, los fabricantes de bandoneones Arnold, los mejores en el mundo, cerraron la empresa. Se fueron al Frente. El instrumento dejó de fabricarse, y nunca más hubo uno que suene mejor. Años después, en la década del 50, un descendiente de Arnold, reabrió la fábrica y continuó la producción. Hoy, en Carsfield, está la empresa que fabrica los mejores instrumentos. En la Argentina, solo hubo tres encargados de eso. Pero nadie toca con uno fabricado después del 39.

El bandoneón nació con el movimiento luterano, en Alemania, en 1600. Nació con la persecución, con la necesidad de seguir con los cantos religiosos. Martín Lutero fue apresado, los luteranos perseguidos. Les sacaron los instrumentos, los órganos. Se los quemaron. Y necesitaban seguir tocando. Así idearon algo similar a un órgano, pero que pudieran llevar con ellos, algo chico; solo tenía cinco botones de cada lado.

Con eso tocaban en las procesiones, en los funerales. Necesitaban que el sonido fuera grave, melancólico, profundo. Y así el bandoneón.

Los Fredes quieren salvarlo, quieren reivindicarlo; piensan en un buen producto, en un instrumento que suene. Quieren que crezca, que se aprenda jugando.

Pero el bandoneón tiene sonido lúgubre. Tiene marcas de guerra. Tiene tango, amor deshecho.

En Argentina nadie toca con un bandoneón fabricado después del 39

En Argentina nadie toca con un bandoneón fabricado después del 39

 Nota: Por Malvina Liberatore – m.liberatore@reporteplatense.com.ar

Fuente

Viernes, 09 de Septiembre de 2011 – ReportePlatense

 

Publicado en 2-Fabricantes, El Bandoneón

5 comentarios

  1. matias ustarroz

    hola soy matias ustarroz tengo 12 años y doy fe que el bandoneon de fueyes fredes toca y suena muy bien pues mi abuela me compro y hace casi cuatro años que lo toco,y me encanta ,vivo en la ciudad de trenque lauquen y pueden oirme.besitos

  2. michele

    hola Fredes me gusta molto la construcion del fuello la Mecanica una bonna Acustica de timbre original como Premier. Doble A-A 38mano derecha 33Mano esqierda una buena Equipa per la construcion uno Aprendissage de ORO Aggurio… Michele

    • Bandomecum

      No tenemos esta información, pero puede ponerse en contacto con Fredes, entrando a la info de contacto que figura en la sección Bandoneones Nuevos.

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